El amor propio.

viernes, 18 de septiembre de 2015

¡Hola! Hoy voy a publicar algo bastante diferente a lo que suelo publicar, pero me apetecía mucho compartir este texto que escribí hace unos meses. Me ha parecido bien rescatar esta entrada porque creo que es importante que todo el mundo reflexione acerca de esto. Aquí os la dejo, y no olvidéis decirme en los comentarios cualquier cosa que queráis compartir.


Hace algunos años, allá por el verano de 2011, fui a un campamento en Extremadura. Pasamos allí dos semanas estupendas y, a pesar de que todas las actividades del campamento y la mayoría de mis compañeros y monitores fueron geniales, hubo algo aparte de todo eso que me marcó para siempre.

Se acercaba el final de nuestra estancia allí y los ánimos de los campistas eran muy dispares: los había que estaban deseando volver a casa porque echaban de menos a su familia y amigos, los había que estaban tristes porque no querían que el campamento terminara y despedirse de aquellos a los que habían conocido allí (el cual, por cierto, era mi caso), etc. En medio de aquel cóctel de emociones y de decenas de adolescentes tan diferentes, los monitores nos prepararon una actividad increíble.

Tras llevarnos por un túnel de los sentidos para relajarnos y hacernos probar sabores, olores y tactos con los ojos vendados -todo con música relajante de fondo para crear una atmósfera de paz que se agradecía mucho-, nos dijeron que nos habían traído a la persona más importante de nuestras vidas, y que podríamos verla aquella tarde.

Cómo no, entre nosotros se expandió una excitación y un nerviosismo enormes, ya que todos echábamos de menos a alguien y pensábamos que los organizadores del campamento nos permitirían estar con esa persona tras tantos días separados. Cada uno pensábamos una cosa: quizá nos esperaba un padre, una madre, abuelos, tíos, primos, hermanos, amigos...

Poco a poco los campistas fueron entrando a encontrarse con aquella persona tan especial, y los que entraban salían por otro sitio de modo que no veían a los que aún estaban esperando. Así, nadie sabía qué había dentro y el misterio se acrecentaba conforme pasaban los minutos.

Al final, llegó mi turno.

Recuerdo como si fuera ayer la cara de Jesús, un hombre muy grande y muy bueno que me acompañó hasta la puerta del baño. Me dijo que allí estaba aquella persona tan importante para mí, la más importante de mi vida. Se quedó tras la puerta abierta y yo entré. Comencé a recorrer la pequeña estancia: un par de inodoros con las puertas abiertas y una repisa larga con varios lavabos, sobre la cual había un espejo muy grande. Y allí, por mucho que buscara, no había nadie.

Ya estaba empezando a pensar que el campamento nos había tomado el pelo cuando vi que había algo pegado en el espejo. Era un folio donde habían escrito a rotulador "Tú eres la persona más importante de tu vida".

Después el monitor me animó a que me mirara a los ojos en el espejo y me repitiera que soy la persona más importante de mi vida, que me quisiera tal y como soy, que soy estupenda y que no lo tengo que olvidar. No estoy segura de si las palabras fueron exactamente así pero, si no, fueron algo parecido. Recordando ese momento estoy haciendo lo mismo que hice entonces: llorar.


Pocas, poquísimas veces nos paramos a reflexionar sobre que nuestra vida es nuestra, que el centro de nuestra vida somos nosotros, que sin nosotros, no existiría. Lamentablemente son pocas las personas que son conscientes de ello, de que la persona más importante para ellos son ellos mismos.
Ahora tengo amigos, familia, una pareja estupenda, profesores en los que confiar... pero, en unos años, ¿quiénes seguirán conmigo? Podría ponerme melodramática y decir que algunas de las amistades que tengo son para siempre, pero la única cosa que sé con certeza es que sólo estaré conmigo misma. Los amigos pueden irse o quedarse, igual que mi pareja, igual que mi familia, igual que mis profesores. Pero la única que va a estar conmigo toda mi vida soy yo. Así que... ¿por qué no quererme más de lo que lo hago? ¿Por qué no tenerme más en cuenta? ¿Por qué no darme esa importancia que tengo y que pocas veces recuerdo?

Después de ese día en Valencia de Alcántara (la localidad donde se ubicaba el campamento), me costó mucho entender qué significaba aquello. No fue hasta años después, hasta hace relativamente poco, cuando de verdad entendí que yo soy el centro de mi vida, por mucho que tenga gente que me importe muchísimo.

Así que, si estás leyendo esto, anímate a mirarte en un espejo y repetirte a ti mismo o a ti misma que eres la persona más importante de tu vida. Quiérete, valórate, porque tu vida es tuya y porque te lo mereces. La única persona con la que vas a pasar toda tu vida con total seguridad eres tú, así que quiérete y hazte el camino más fácil. El amor propio es difícil de conseguir pero sumamente importante. Por tanto, de verdad, quiérete. Trátate bien. Eres estupendo o estupenda y como tú no hay otro, así que recuérdatelo de vez en cuando.

Tú eres la persona más importante de tu vida.

4 comentarios:

  1. Qué bueno. Me encanta leerlo y pensar que a veces una 'actividad' Pueda significar algo realmente profundo. Los que trabajamos en educación no formal creemos en eso pero casi nunca nos enteramos si fue o no así.
    Sólo un apunte, con la edad también aprendes que a veces viene bien no tomarse a uno mismo demasiado en serio.

    ResponderEliminar
  2. Qué bueno. Me encanta leerlo y pensar que a veces una 'actividad' Pueda significar algo realmente profundo. Los que trabajamos en educación no formal creemos en eso pero casi nunca nos enteramos si fue o no así.
    Sólo un apunte, con la edad también aprendes que a veces viene bien no tomarse a uno mismo demasiado en serio.

    ResponderEliminar
  3. Precioso. Es una de esas reflexiones que te abren los ojos. Tal vez sea hora de que empiece a quererme más a mí misma. Gracias por compartirlo ;-) <3

    ResponderEliminar